martes, 26 de noviembre de 2013

Serotonina

Tras los primeros experimentos quedó manifiesto que las personas depresivas no eran aptas para la vida en el espacio.

Antes de la expansión del hombre por la galaxia, cuando aun no habíamos salido siquiera de nuestro planeta, se tomaban pequeños grupos de expertos que entusiasmados se prestaban voluntarios para pasar periodos de tiempo aislados en simulaciones de colonias. Pasaban largo tiempo encerrados, todos juntos, en pequeñas bases totalmente aisladas del exterior. Sin cielo. Sin sol. Sin campo. Sólo ellos y una serie de habitaciones en las que se dedicaban a realizar tareas experimentales o de mantenimiento, pruebas intelectuales, ejercicio físico, a leer o a jugar a juegos de mesa.

La falta de luz solar producía una deficiencia en la producción de serotonina, una de las sustancias que básicamente nos hacen sentirnos felices. Las personas con menos producción de serotonina, las más propensas a la tristeza, se volvían melancólicas, desganadas, o incluso caían en crisis nerviosas y depresiones profundas, tras las que suplicaban abandonar el experimento y salir al exterior, aporreando las puertas de la base.

Algunos seres humanos necesitaban el sol para ser felices.

Entonces empezamos a colonizar. Teníamos que hacerlo para sobrevivir. El espacio y los recursos en la Tierra ya no eran suficientes. Empezamos por Marte. La única luz que recibían los colonos era una débil y cenicienta que entraba por las pequeñas ventanas de las bases, en su mayor parte subterráneas para evitar los impactos de asteroides. Ningún depresivo fue aceptado en las primeras colonias. Ninguno de esos yonquis de la serotonina.

Entonces llegaron los impulsores de salto que permitían a las naves viajar a más velocidad de la que habían alcanzado nunca. Llegaron los portales de vibración presencial programada, que permitían a las naves entrar en uno de aquellos anillos en un punto del espacio y salir inmediatamente por otro mucho más lejano. La combinación de los impulsores de salto y estos portales permitían a las naves situar estaciones cada vez más y más lejos. Cada portal de salida era el punto donde se construía otra estación y se iniciaba el viaje para construir un anillo de salida más lejano. Pronto cubrimos el espacio entre las estrellas. Llegamos a otros sistemas. Nos instalamos en cientos de planetas tolerablemente hostiles, que recibían las más diversas gamas de luz estelar, pero ninguna tenía nada parecido a la luz que llega a la Tierra. La luz que vuelve el cielo azul. La luz que te baña en la playa. La luz que vibra entre las hojas de los árboles y te da en los ojos mientras paseas en bicicleta. La luz que te dice: "Es de día, hora de estar feliz y activo".

En ninguno de esos planetas vivió ningún depresivo. La gente alegre tenía hijos alegres, y si no, la selección genética pre-natal se encargaba de asegurarse de que salieran alegres.

Los depresivos, los melancólicos, los que tenían el más mínimo trastorno de humor, los inestables, los que se daban a sustancias como el alcohol o a adicciones como los juegos de azar para olvidar el dolor de la vida, se quedaron en tierra, sin permiso para viajar al espacio o a otros mundos. A cualquier viajero se le hacían pruebas previas para asegurarse de que era anímica y psicológicamente sano. Para asegurarse de que tras meses viviendo en bases subterráneas, en una estación espacial, o en un planeta donde apenas llegaba la luz mortecina de una estrella extraterrestre, no iban a caer presas de la melancolía y a convertirse en ciudadanos inútiles para la comunidad, a suicidarse o incluso a volverse locos y atacar a sus congéneres.

Los depresivos se quedaron en la Tierra, teniendo hijos depresivos, multiplicándose.

La tristeza se quedó en casa.

Un día la Tierra murió. Era cuestión de tiempo. Fue un meteorito.

La especie humana se convirtió así en una raza formada únicamente por individuos felices y productivos, perfectamente capaces de segregar sus propias dosis de serotonina en cualquier entorno.

Nadie que mirara melancólico por la diminuta ventana de la colonia, contemplando una superficie yerma, preguntándose qué sentido tenía todo. Nadie que bebiera hasta desfallecer para olvidar que su vida no tenía propósito. Nadie que se viera invadido de repente por la más absoluta tristeza y sólo se sintiera capaz de quedarse todo el día tumbado en su camastro llorando.

La tristeza había desaparecido de la galaxia.

domingo, 24 de noviembre de 2013

A "De Mysteriis Dom Sathanas", de Mayhem


Con las letras de un vocalista suicida
con la guitarra del que fotografió al suicida
con el bajo del que más tarde acuchilló al que fotografió al suicida
Todos juntos yerguen
potentemente
orquestales
algo colosal y cristalino

Nidaros no llegó a arder

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Adendo:
Cada día que escribo un poema
es un día salvado.

Explicación

jueves, 29 de agosto de 2013

Mickey Mouse devorando a sus hijos

Estás blandiendo una espada
en la estación de metro
quién empuja a quién
dónde estará hoy el empujador
en qué estación con su gabardina
quién será el próximo en caer a las vías
quizá doce colegialas japonesas a la vez
tomadas de las manos
En qué estación
Keith Haring ya marcó este territorio
con tizas de colores
trazó
Mickey Mouse devorando a sus hijos
Ensaya tu nombre mil veces
en una libreta negra
trázalo chorreando en los mármoles
con perjudicial ácido en las ventanas de los vagones
pronto ese tren llevará vuestro nombre
por toda una ciudad que siempre está a las afueras
una ciudad que siempre es dormitorio
que siempre es todo un polígono industrial en si
el nombre de una noche de pasamontañas
cámaras nocturnas
y ojo de pez
Basquiat ya salvó al hombre afroamericano
ya acarició a jugadores de fútbol americano
todo para estas cadenas de oro
estos dientes recubiertos de quilates
Kendrick Lamar se proclamó el otro día rey de toda New York
y estalló la tercera mundial en los subterráneos del rap
Quiénes son estos que ahora saltan al vagón
cuyo nombres no fueron mencionados
quiénes son estos que ahora responden
Por qué no iniciar una revolución en Detroit
y llenar todo el espacio vacío
deshabitado
Llenar los negocios abandonados
los bloques de apartamentos
las fábricas
montar una fiesta enorme por toda Detroit
Me han dicho que allí ya sólo queda un falso reality
y un montón de negras cabreadas
Vamos todos en cambio a pintar los muros
a pinchar a Danny Brown
a proyectar video arte
vamos a tocar los tambores por las calles
y empujarnos y levantarnos en volandas
en conciertos de guitarras y baterías furiosas
a besarnos porque es el no va más
que el batería restañe y casi degluta el micrófono
Somos jóvenes y aun no hemos muerto
vamos a desfilar por las calles de Detroit
vamos a llenar de cuerpos todas las habitaciones deshabitaciones
como pollos en criaderos
hasta que no quepa nadie más
vamos a cantar a los reactores Fermi 2 y Fermi 3
que un día, como su hermano, caerán
igual que caeremos nosotros

sábado, 11 de mayo de 2013

Orión

Negro estoy tomando de la droga de la catástrofe anticipada. Negro estoy colocándome con la piedra de la búsqueda de la infelicidad. Si estuviera aquí G. me diría caliéntalo con el mechero, uno de esos de soplete, tapa el agujero con el dedo y aspira, el agua burbujea como en una intro de Cypress Hill, ahora destapa el agujero y aspira el humo, el humo sube raudo por la columna directo hasta el cerebro, como una línea de metro vertical, en Madrid o en París, era lo mismo, me subía en un nombre y me bajaba en otro, el espacio intermedio no existía, no existían las tiendas de comics, no existían las calles Pez y Luna donde las putas del este jóvenes invadían el espacio personal de mi amigo haciéndole proposiciones. Yo prefería ir solo en metro con los auriculares puestos y recorrer las ciudades a solas, sin mujer a la que tener que esperar, porque anda más lento, o que me dijera no te suenes los mocos tan cerca de mi oído. Esto era antes de conocerte.

Me bajé en la última parada, un cartel decía "Cerebro reptiliano".

Las farolas de mi barrio parpadean  a alta frecuencia, me dan convulsiones, me caigo al suelo echando espuma por la boca y temblando, y quiero llamarte, llamarte para que me ayudes, me acojas en tu regazo  mientras convulsiono, pero tengo la mandíbula encajada y tú ya no estás aquí.

Volviendo a casa medio borracho voy mirando como siempre al suelo y compruebo por primera vez que las líneas entre las baldosas se turnan para titilar.

En la biblioteca, una tarde tranquila de sábado, camino entre las estanterías, y al pasar veo un libro fuera de su sitio, y mientras lo coloco suavemente donde corresponde, muy tranquilo y concentrado, con cuidado, pienso, ahora, este sería el momento perfecto para que cayera un misil nuclear y nos reventara a todos, se llevara los coches y los edificios, las moreras, los adolescentes jugando al soft combat en el parque de al lado, licuando los músculos, reventando los cristales, llevándonos la onda expansiva.

Porque cariño -no sé si llamarte cariño- no sé si lo sabes pero Corea del Norte ha declarado el estado de guerra, ha cortado el teléfono rojo con Corea del Sur y ha dicho que a la mínima, guerra nuclear para todos. Un misil de Corea no llega aquí ni en broma, pero aun así: la tercera guerra mundial.

Cariño.

¿Recuerdas cuando secuestramos a una adolescente para que pudieras meterte una raya sobre su culo?

Ya habíamos pasado aquella etapa en la que jugábamos a la relación de dominación, yo era el amo y tú la esclava. Te fui convirtiendo a mi antojo. Primero, te puse de deberes el observar a Zenit a lo largo del día, cómo se movía, cómo maullaba, cómo se frotaba contra los demás cuando quería, cómo se lamía las patas y luego se frotaba la cara con ellas, en ese gesto que resume en él a todos los gatos.

Luego fue que te compré el collar de perro, y más tarde te puse el enorme cascabel rojo que le arranqué subrepticiamente del gorro a un payaso (fue como arrancarse un diente o quitarle un muñeco a un niño) en la tienda de chinos más desordenada del mundo, construída dentro de una nave industrial, con estanterías que se perdían hacia el techo atiborradas de todas las inutilidades que caben en el mundo, artículos de disfraz, cuadros decorativos hechos con plomo fundido, barcos pesqueros en miniatura, abanicos, pizarras, katanas romas, gatos de la suerte que saludan en un movimiento perpétuo, cartulinas, papel de regalo y maceteros, toda la mercancía desordenada, revuelta y derramada por el suelo después del manoseo de las familias gitanas que preparaban despedidas de soltera, los cachivaches formaban montículos, montañas multicolores, derrames como la cera de una vela gigante consumida, había que saltar por encima de ellos para poder recorrer los pasillos.

Así que conseguí salir de allí, que esa es otra historia, encontrar la ruta de vuelta, y una tarde te visité todo tembloroso, te saqué una pequeña caja, que en otro caso y en otro hombre contendría un anillo, te la abrí y te ofrecí el enorme cascabel rojo como pidiéndote quieres ser mi esclava, me harás el honor de ser mi gata.

Y aceptaste. Te enganché el cascabel y te ordené maúlla, ronronea, frótate, y rondaste sinuosa por nuestro lecho, el lecho arrinconado contra la mejor esquina del mundo, arqueando el lomo, ronroneando como un pequeño motor en punto muerto, frotándote contra mí.

Más tarde te compré unas orejas de gato.

Más tarde, una cola.

Así que ya pasamos aquella etapa de la gata. Entonces fue cuando hablamos de que no te importaría tocarle las tetas a alguna de tus amigas, una buena teta, blandita. Que no te importaría montar un trío con otra chica, porque con otro chico, dije yo, me pondría demasiado celoso, me conocía, pero por ti, con otra chica, no había problema.

Búscame una perrita para jugar, me dijiste.

No, con una perra no podría. No resulta nada erótico. Una conejita.

La encontramos en los alrededores del Salón del Manga. Iba disfrazada de coneja, oreja y cola de algodón, puesta de Jaggermeister y cristal. Caminaba por el recinto bajo el gran signo del ciervo. Los hombres prisma llevaban tiempo buscándola para hacerla su reina. Iba ofreciendo besos a los pobres otakus adolescentes que no sabían qué hacer con aquello, lo único que querían era bailar el para-para para deleite de los que estaban en la cola para el concierto de un grupo que tocaba heavy  metal con temática de videojuegos. Cuando la encontramos le estaba dando un buen beso a uno vestido de Doctor Manhattan, toda la piel azul, smoking, símbolo del átomo de hidrógeno en la frente y ojos blancos, comprobamos, cuando se liberó del beso y reculó porque la coneja le estaba metiendo mano al paquete.

Se la quitamos de encima al Doctor Manhattan. No hizo falta prometerle demasiado para que se viniera con nosotros: más Jagger, vodka negro, licor de avellana, coca. Pero claro, ella no sabía. Daba tumbos en lo alto de sus tacones, apoyada en nuestros hombros.

-¿Sabéis? -empezó a decir- Cuando mi madre estaba embarazada de mí, no dejó de fumar. Siguió fumando, la hija de puta. Y eso hizo que se activaran en mi cerebro los receptores de los nicotinoides. ¿Sabéis que usan esa mierda como insecticidas? Pero afectan también a las abejas. ¿Habéis oído eso de que las abejas están desapareciendo? Seguro que habéis visto esa mierda de película. Porque era una puta mierda. Pues mi cerebro está enganchado a lo que está matando a las abejas en el mundo... Y mi madre me intentaba meter la lengua en la boca. ¿Qué tipo de persona puede salir teniendo una vida así? Pues... El espacio personal es algo que no hay que invadir, joder. Mi madre invadía mi espacio personal y me zarandeaba y me arrinconaba contra la pared mientras me gritaba. Eso al cerebro reptililano le sienta de puta madre en la infancia. Porque tenemos un cerebro de reptil. Todos. Se encarga de que sobrevivamos, de que huyamos cuando hay que huir y matemos cuando hay que matar.

Llegamos a tu casa justo a tiempo porque no me apetecía verla llorar. Se desplomó sobre tu cama. Parecía haberse olvidado del Jagger y de todo.

-Ahora voy a hacer una cosa en tu culo. -le dije-. Tú no te muevas.
-¿En mi culo? -masculló ella entre las sábanas.
-Sí. O sea, en tu culo. No dentro de tu culo. Sobre tu culo. No te importa, ¿verdad que no?

Yo intentaba sonar tan amable como la serpiente que mató al Principito. Alerta spoiler. Demasiado tarde.

-No, no, claro... -murmuró la coneja, deslizándose hacia el sueño.

Saqué de mi bolsillo un pequeño sobre de papel dorado. Lo abrí y fui derramando poco a poco su contenido sobre el culo de la coneja, un culo perfecto y adolescente rematado por una cola blanca y esponjosa. Fui derramando con cuidado los polvos púrpura y rosa y turquesa, aquellos polvos que brillaban como el surco de las hadas en el aire, que resucitan a aplausos, al contrario que los mosquitos.

Adquirir aquel sobre me había costado el sueldo de un mes deslavazando platos en el restaurante de Ikea, metiendo platos, bandejas y cubiertos en un túnel de lavado, una máquina enorme. Salía todo por el otro extremo, humeando vapor. De vez en cuando se atascaba y todo el proceso se detenía, todo el mundo en el fregadero dejaba lo que estaba haciendo y había que esperar hasta que llamaran al Señor de la Máquina. Un día salí del trabajo y me di cuenta de que nunca había estado en el resto de Ikea. Así que me di una vuelta.

Y me perdí. Acabé en un simulacro de cocina.

-Ey. ¿Quieres ver algo que te va a salvar?

Sentado en un rincón había un jincho. Piel morena, fibroso, pelo cenicero, dientes descolocados. Pero llevaba una camiseta donde a su vez estaba estampada la famosa camiseta con la portada del Unknown Pleasures de Joy Division, y un pantalón de chandal.

Aquello era como aquella escena tan bonita en Ikea de "500 days of Summer", pero más bien como un encuentro entre un ayudante de cocina cejijunto y un camello.

Sin mediar palabra se sacó del bolsillo aquel sobre y me habló. Me habló y me contó cómo nos íbamos a ver al día siguiente en aquella misma cocina falsa, cómo mi dinero iba a pasar de mi mano a la suya, y cómo el sobre cambiaría de su mano a la mía, cómo llegaría hasta tu casa, el sobre se abriría, derramaría los polvos sobre la nalga de una adolescente disfrazada de conejita, haciendo una raya en forma de corazón, cómo nos miraríamos una vez, cómo tú te enrrollarías un billete de cinco de los nuevos, de esos que las viejas rechazan cuando se los dan en el banco porque creen que son falsos, te lo pondrías en la nariz, bajarías al culo, yo desearía que antes al menos me hubieras dado un beso, pero ya era tarde, y hala, todo para adentro, el corazón entero, el surco, los polvos púrpura turquesa rosa entrando por tus fosas nasales, filtrándose por los capilares, pasando a la sangre, regando el cerebro, a oleadas, la nebulosa púrpura, la nebulosa de Orión, nubes titánicas de gas y polvo, discos protoplanetarios y enanas marrones, estrellas naciendo, vientos estelares que nos barren, el Hubble perdido dando vueltas solo para siempre hacia lo profundo, hacia lo profundo, la nebulosa dentro de tu cráneo, Orión luchando contra el toro que es tu padre, ayudado por sus perros, Canis Maior y Canis Minor, música y libros, psicóloga y psiquiatra, antidepresivo y antipsicótico en el desayuno, atacando a las patas, a la yugular, dando dentelladas, desgarrando la carne, y Godspeed you! Black Emperor en pleno in crescendo, punteando las guitarras cada vez más rápido, cada vez más rápido, a 1500 años luz, no sé cómo va a acabar esto, solo, en un asilo delante de un ordenador, viejo, loco, sin hijos ni mujer cuando ya no entienda nada, cuando la tecnología ya sea indistinguible de la magia y no haya vuelta atrás, y Uma Thurman levantándose de pronto, entrando en plano, frotándose la nariz diciendo esto es la hostia, la hostia, la hostia.



sábado, 16 de marzo de 2013

Polvo de hada

-La vida es así, disfrutas todo lo que puedes hasta que un día se acaba todo. ¡Ha! ¡Hiá! -dijo M.R. simulando unos golpes de karate para cortar de un tajo la vida.
-Hombre, no creo que sea el momento apropiado para decir eso -dijo F.

El padre de B. acababa de morir y venían del funeral. Ahora, desgraciadamente, B. tenía coche, y no se podía hacer ningún comentario al respecto. Quizá dentro de un par de años.

Los que se encontraban alrededor cuando el comentario de M.R. estalló en el aire miraron para otro lado, miraron su vaso con la mezcla de coca cola y ron que, reconocían algunos, les revolvía en ocasiones el estómago, con los cubos de hielo en medio de todo aquello, miraron la máquina de dardos, donde rebotaba un dardo que nadie volvería a recoger jamás del suelo, miraron las pantallas en sus manos, revisaron las últimas fotos de pies en Instagram, los últimos intentos de humor en  Facebook, lo último que se había dicho en el grupo de Whatsapp.

Yo no tenía smartphone ni Whatsapp, y me sentía apartado por ello, y les odiaba en el fondo, y nunca lo sabré, pero en esos momentos alguien escribió en el grupo, haciendo sonar varios terminales al mismo tiempo:

"I. es la única chica del grupo que se ha morreado con C.".

N. pasó una vez más ante G. de camino hacia la puerta, decidida como la madre que va a pegarle un bofetón a su hijo. Y una vez más G. la agarró del brazo. Había tenido problemas toda la noche para controlar a N. Ambos estaban ya borrachos y hacían lo que podían para mantener el equilibrio de las cosas. Habían conseguido dejar al niño en casa de ella.

N. no miraba a la cara y decía que el humo se le pegaba a las lentillas, que le picaban los ojos, que se estaba agobiando con tanta gente allí metida en aquel bajo que antes era una oficina, que olía demasiado a hierba de la buena. Continuamente salía a la calle, donde hacían cinco grados, continuamente se desintegraba del grupo y G. tenía que interceptarla en su huída hacia la puerta. Ya no sabía que hacer. Le presentaba a todo el mundo que encontraba alrededor para que tuviera algo a lo que engancharse.

Yo moqueaba y moqueaba sin parar. Me deshidrataba poco a poco y no había nada allí para mí para beber que no fuera alcohol. Mi cuerpo iba perdiendo líquido, la sangre se me espesaba y mi cerebro perdía riego. Tenía los bolsillos repletos de pañuelos usados, llenos de mocos, y me había sonado la nariz tantas veces que la tenía en carne viva, y tenía las manos completamente llenas de bacterias que iban bipartiéndose y bipartiéndose en una progresión geométrica, así que no quería darle la mano a nadie.

Como sorpresa de cumpleaños, alguien imprimió un montón de copias de la cara de C., y las pegó en cartón , haciendo caretas. No tenían agujeros en los ojos, así que eran imponibles y acabaron por no cumplir su función. Las pusieron por todas partes. A la mañana siguiente, como una resaca, vendrían a Facebook los restos de las fotos de la cara de C. por toda la ciudad. Su cara

[hizo una pausa para ir a cagar, y mientras se limpiaba el culo reflexionó sobre el hecho de que en Marruecos no hay papel en los lavabos, sino un cubo de agua al lado, para meter la mano y echarse un agua en el culito, un cubo donde antes muchos otros al cabo del día habrían metido la manita. Cuando volvió al salón, la tensión de pareja seguía sintiéndose en el aire]

la cara de C. en el cuerpo de un mendigo que dormía en un cajero, su cara junto a una mierda de perro, su cara en una farola, su cara en un cartel de Batman, el caballero oscuro regresa, su cara en el cuerpo de una modelo, su cara con un agujero en la nariz por donde le salía  un billete enrollado, metiéndose una raya de polvo de hada. Lo había conseguido R. yendo al barrio del Castillejo a la casa de la famosa Loles. Cuando llegó donde le habían dicho, la puerta del portal estaba arrancada y de allá adentro, de algún piso, venía música de Melendi. La Loles tenía en su alijo polvo de hada, conseguido a base de triturar hadas muertas y puestas a secar, tenía hongos que crecían en los pies de los diabéticos gordos minusválidos que llevaban años sin salir de su cueva, en su sillón, viendo programas -"programas" por llamarlos de alguna manera- de madrugada en los que la gente enviaba continuamente sms de contacto, chico hetero sumiso busca polla gorda, pareja con "tema" busca chica para trío.  Los hongos también se dejaban secar en la oscuridad y luego se masticaban. Tenía viales con orina de musas que tenían encadenadas en un sótano en Turquía, y unas papelinas que traían las gitanas de Rumanía últimamente, que no se sabía muy bien lo que eran, pero que se rumoreaba se criaba en los túneles de metro abandonados.

R. compró la papelina y salió de allí pensando: "Aquí el papeleo es muy lento. Nos casaremos en Ecuador". Unos meses después tendrían que presentar ante un juez de Ecuador pruebas de que no eran simplemente pareja de conveniencia. El juez leería impresos en papel e-mails de los que se envían los novios, diciéndose cosas de novios, cosas que nadie más debería leer, te echo de menos, te quiero hacer esto, te metería esto otro, y el juez reiría mientras ellos dos sudaban avergonzados.

Esnifar una raya de polvo de hada te predisponía a entrar donde normalmente los humanos no entran. Lo veías todo un tiempo como a través de un túnel y más tarde te encontrabas en un parque rodeado por un círculo de punkys que bailaban y cantaban con litronas en la mano, adorando a la cabra negra que habita en los bosques. Veías los portales ocultos en los graffitis de los aparcamientos de los supermercados, normalmente en forma de letra O, que podías atravesar para aparecer en otra parte de la ciudad, desorientado durante unos segundos hasta que te reubicabas y reconocías el terreno. O despertabas a las tres de la tarde del día siguiente, con resaca, en medio de una fábrica abandonada, los pantalones bajados y el culo follado. Los gremlins de las fábricas, los que de vez en cuando hacían que una máquina fallase o que algún operario se enganchara la melena con una turbina y le arrancara el cuero cabelludo, ya no estaban en su mejor época, así que se desahogaron con tu culo.

Así que es muy importante en qué empleas la noche, pero también es importante cómo te despiertas.

Algunos se despertaron y se encontraron al gato mirándoles fijamente. Nunca maullaba para pedir comida. Sería capaz de morir de hambre sin maullar ni una sola vez.

Otros extendían la mano, aun con los ojos cerrados, y allí estaba un día más la cadera, o el pecho.
Estabas soñando que te escapabas de tu grupo de excursión del colegio para tomar un tren, estabas aun en la estación esperando un tren que nunca llegaba cuando medio despertaste, y medio despierto empezaste a magrear, una cosa llevó a la otra, os pusísteis cachondos y cuando abriste los ojos estábais follando. Cada día lo hacíais mejor. Si seguíais así, un día íbais a explotar.

Otros durmieron hasta la tarde, sus padres ni siquiera se molestaron en despertarles para comer. Se despertaron por pura hartazón, de puro asco. Se levantaron y directamente fueron a encender el ordenador y ver quién del clan del League of Legends estaba conectado, para echar una partida.

Otros despertaron y comprobaron, una mañana más, un año más, que no estabas junto a mí en la cama, roncando sonoramente. Es lo que tiene meterse farlopa. Es lo que tiene meterse farlopa en los baños del Musik la noche anterior, liarte la cabeza y liarte con tu ex del que tanto despotricabas, el que se tiraba peos atronadores y te decía orgulloso: "¡Mira nena!". Yo por lo menos te pedía permiso cada vez que me quería tirar uno, a veces incluso cruzaba todo el piso, medio desnudo, y me iba al baño a tirármelo, por puro decoro. Es lo que tiene volver a liarte con tu ex y volver a casa, encontrarme ya en la cama, meterte medio borracha y contármelo. Y yo te decía sí, lo comprendo, mientras nos besábamos y te bebía el aliento a humo, te decía sí, sí, no importa, sí.

viernes, 22 de febrero de 2013

Nicotinoides

Lucha interna
carga policial
el brazo del gobierno
demagogia sionista
Sentado a la puerta de su negocio con una escopeta en la mano
Hombres y mujeres plantando huevos
perpetuación de la especie
carga genética
padres depresivos
tu madre fumó embarazada de ti
Superpoblación
Los nazis citando a Darwin
a Nietzsche
a Ford
tantos genios llorando
holocausto caníbal
egofobia aguda
terapia sexual
yo antes no era así
Ya he perdido la cuenta
Ya no sé si soy mejor o peor que nunca
ni quién soy ya
Estás en lo mejor de tu vida
en lo alto de la cuesta que luego cae en picado
disfruta de las vistas
una ciudad toda tageada por ti
un tren circulando con tu nombre pintado
los vagabundos sobreviviendo
con espada
escudo
pócimas
amuletos al cinto
puertas secretas
contra monstruos postmodernos
paradojas en la realidad, torbellinos de dientes y garras
graffitis vivientes que serpentean los callejones
cuando llegue el invierno
serán los verdaderos héroes
Las iglesias lastrando las horas con sus campanadas
clavo a clavo en tu ataúd
no has hecho nada que merezca la pena
otra vez no has hecho nada
Llevas dentro veneno y tú lo sabes
todos los psicólogos se equivocan
todos los gurús viven a salvo

Ejército invasor
tierra quemada
tierra tomada
tierra de nadie
actualización constante
el intento es en vano
toda resistencia es fútil

lunes, 18 de febrero de 2013

Ella es mi aborigen

Ella es mi aborigen
Ella nació aquí
y conoce las yerbas
a ella la seguiría
por los pasos de la jungla
que conoce como la palma de su mano
las arrugas de sus ojos
las pecas de su nariz
Ella conoce la música de tambores
que se toca alrededor del fuego
para exorcizar un recién nacido
que viene poseído
Ella conoce el proceso
y la mezcla
En la cabaña
beberé del cuenco
desmayado, evacuaré por todos los orificios
vomitaré
me cagaré
me mearé
Pero cuando me levante de toda esa inmundicia
perdida la cuenta de los días
ella me llevará de la mano
al baile en el centro de la tribu
Y cuando todo se haya calmado
solos en la madrugada
le contaré que he visto a los dioses
El Padre Alcohólico
El Preso Lector
La Madre de los Sótanos
El Policía Terrible
El Niño Boxeador

Ella es mi aborigen
Tiene hojas secas prendidas en el pelo
una rama por báculo
los pies desnudos
y encallecidos pero diminutos
la calma de su padre
la pasión de su madre
lagos ocultos en los ojos
donde los jóvenes de la tribu van a chapotear
donde golpea la cascada
y se esconde la serpiente coral
donde en las piedras húmedas de verdín
yo una vez hice el amor

(Yo me sentía amenazado por nada
y me senté a escribir para dar salida
pero todo es inaccesible
la mujer salvaje
la catarsis
la palabra justa
Los días resbalan como desechos
y nos relacionamos a través de cables
Creo que no lo puedo soportar)

sábado, 12 de enero de 2013

Estamos en el vientre de la bestia
y la bestia está muerta y pudriéndose
Tus padres se han fugado a otro país
te tiran piedras por la calle.
Nunca te perdonarán lo que hiciste.
Ya no queda gasolina en el planeta
Los pájaros anidan en los coches de la autopista
La tripulación del submarino
duerme aletargada
en el fondo del océano
Un bebé araña un ataúd
desde dentro
Todo ha sido un error.

sábado, 5 de enero de 2013

Video Input

10.000 skaters murieron para grabar este video
Esta es la era del hombre niño
tuvimos que toquetear el cable de recepción de video de la realidad
quedaba un efecto mucho más chulo
Toda la ciudad es una ola
toda la ciudad es un gran lienzo
bandas urbanas entrenándose en la lucha cuerpo a cuerpo
para cuando llegue la hora de pelear
y defender quién es el mejor escritor de la ciudad
H. grindó una barandilla de 2 km de largo
J. hizo un ollie y salió despedido hacia las nubes para nunca más volver
sus padres han vendido su colección de fanzines de Nueva York
R. saltó una escalera de ocho escalones
para luego estrellarse contra un coche y dejarlo hundido por la mitad
salió ileso
S. hizo un manual sobre la superficie de un lago
no vamos a informar de estos bugs al servicio técnico
el universo es mucho más bello así
punkies metiéndose speed a la puerta del bar
cuando pasa la policía
porque así mola más
Elige un símbolo
y repítelo hasta que sea un propio dios
luego sigue repitiéndolo
hasta que se emborrone
se distorsione
y la ciudad te odie
La edad para empezar a fumar son los 14
Niños sosteniendo granadas histéricos
apuntándose entre sí con revólveres de plástico
por aquella época era muy habitual comprarle a un niño un traje de vaquero
con flecos
Hay tantas ciudades
como hombres
hay tantos callejones
como artistas
Esto está empezando a quedar muy bien
si le pones la banda sonora adecuada
algo de Shabazz Palaces
o quizá el proto-dubstep de Mr. Oizo
pero sobre todo
backpacker rap
artistas locales cuyos discos llevan a cuestas los jóvenes graffiteros en sus mochilas
Public Enemy
no me jodas, por favor
Este soy yo pintando en la fachada del Hipercor
Este soy yo huyendo de la policía
no estoy gordo ni en baja forma
corro con piernas de ciervo
salto por encima de un muro y los pierdo de vista
ni cansado
ni avergonzado
ni arrepentido
ni solo
ni evadido
No quiero nunca más dormir
quiero echarle la llave a internet
y tirarla a una alcantarilla
alejarme en una tabla de skate
en dirección a la feria de artesanía de cristal.